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El día que París le puso color a la música

Actualizado: 28 may 2020

Un hecho que marcó profundamente a la sociedad europea de finales del siglo XIX,

fue la Exposición Universal de París, la cual se celebró (en una de sus varias

ediciones) en la ya mencionada Ciudad de las Luces del 6 de mayo al 31 de octubre

de 1889. La exposición buscaba mostrar a occidente las maravillas de un mundo

desconocido: lo asombroso de las culturas orientales, americanas, africanas; su

gastronomía, su ingeniería y principalmente, el arte, que para la mayoría de occidente

era desconocido.




La Exposición atrajo principalmente a la sociedad artística francesa, cautivados por las

hermosas sensaciones de conocer la valía de otras culturas, el panorama artístico

francés cambia radicalmente, reinventando su manera de crear, dándose cuenta que

lejos de Francia había elementos que podían hacer más ricas y variadas sus

creaciones. Quizá, el mayor representante de ese nuevo movimiento fue Claude

Debussy (1862-1918), Debussy fue un músico francés, padre del impresionismo

musical y el primer músico de occidente en interesarse por la música de oriente medio.

Al caminar por los pabellones de la exposición, Debussy se encuentra con un grupo de

músicos javaneses, al escucharlos, siente un estremecimiento al corazón, sonidos

completamente nuevos deshacen su percepción musical, lo reinventan, es el punto de

inflexión en su vida (y en medida, de la historia de la música). Si bien, Debussy era ya

un músico anti dogmático, este suceso define su nuevo estilo, el impresionismo

(término que él mismo detestaba). El impresionismo musical tiene como intención

principal evocar paisajes, flores, colores, aromas, sensaciones, el hedonismo a su

máxima expresión.



Debussy plasmaría en forma musical sucesos míticos (prélude à l'aprés-midi d'un faune), naturaleza (La mer, su obra orquestal más ambiciosa), flores y jardines

(Arabesque 1 y 2), pero lo más fantástico, es la posibilidad de mostrarnos y

describirnos (musicalmente hablando) cosas que ni él mismo llegó a conocer, lo

podemos apreciar perfectamente en Estampes, que es un tríptico de 3 piezas bastante

cortas para piano tituladas: Pagodes, La soirée dans Grenade y Jardins sous la pluie. De

ellas, destaca Pagodes, ya que evoca imágenes de Asia, su arquitectura y las melodías

nativas, Debussy fue tan fantástico que sin haber conocido jamás algún país oriental, pudo

representar en su obra a Oriente medio y brindar la posilidad al escucha de poder

sumergirse en un mundo inexplorado y sentir que se encuentra en ese

lugar evocado.



Debussy, para la música, fue lo que Monet fue para la pintura, ambos, grandes pintores de

sueños. Están por cumplirse 102 años del fallecimiento del músico, pero al día de hoy sus

obras lo mantienen en la inmortalidad y a nosotros, nos mantienen soñando e imaginando.


“No existe una teoría. Sólo tienes que escuchar. El placer es la ley. Me gusta la música

con pasión. Y porque me gusta trato de liberarla de las tradiciones estériles que la

ahogan. Es un arte libre que brota - un arte al aire libre, sin límites, como los

elementos, el viento, el cielo, el mar. En ningún caso debe ser cerrado y convertido en

un arte académico” Claude Achille Debussy.




Por: Erik Urbina

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